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EXCLUSIÓN SOCIAL Y EXCLUSIÓN EDUCATIVA: UNA RELACIÓN A COMPRENDER Y UNA COMPRENSIÓN PARA ACTUAR POR IMPERATIVOS ÉTICOS.


A lo largo de la historia de los sistemas modernos de educación, la escuela, a pesar de sus objetivos y expectativas, se ha visto persistente maniatada a la hora de contrarrestar las desigualmente sociales, económicas y culturales de los alumnos que acceden y permanecen cada vez durante mas años en la misma. En la actualidad, en pleno despliegue de la globalización y la sociedad del conocimiento, cuando se han logrado cosas sin precedentes de abundancia, bienestar y democratización del conocimiento, se están profundizando contradictoriamente las fracturas de desigualdad, tanto a escala planetaria como incluso en los países de mayor desarrollo económico.* 
Las realidades y los procesos de exclusión están dejando a muchos sujetos t colectivos fuera del logro de unas cuotas mínimas de bienestar material, personal y social, así como también de la preparación y la cultura que cualquier persona necesita para desenvolverse en un tipo de sociedad donde la información y el conocimiento son recursos crecientemente mas indispensables y decisivos. Los reiterados informes de los organismos internacionales (UNESCO, UNICEF, etc.) nos recuerdan cada día la construcción imparable de divisiones entre los que están dentro y los que quedan fuera. A pesar de que al mismo tiempo, se denuncia que de este modo estamos vulnerando derechos de las personas, que ya fueron objeto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948, todavía pendientes de las garantías debidas y la realización afectiva. En cualquier escenario actual o previsible en que nos situemos para comprender y afrontar la exclusión o incluso social, a la educación le corresponde con todo merecimiento un lugar y un papel singular. Es un ámbito crucial desde diversos puntos de vista, fácil de justificar con datos, argumentos e imperativos tanto morales y políticos, como económicos, sociales y personales, además de los específicamente formativos. La educación, la provisión de ciertos niveles de aprendizaje y desarrollo de los individuos, es algo que se considera justa. La escuela se define, en este sentido, como un espacio cultural y social decisiva, y por ello institucionalizada, para el desarrollo satisfactorio de las capacidades intelectuales, emocionales y sociales de los individuos. Le corresponde a el cometido social y humano propiciar a través de la transmisión y socialización cultural, oportunidades afectivas que contribuyan a que los buenos alumnos logren ciertos saberes y capacidades intelectuales emocionales y sociales que les permitan funcionar, tal como se plantea, con libertad y autonomía necesariamente para acceder y satisfacer los derechos debidos. También para asumir y cumplir los deberes correspondientes que hacen posible la participación en una buena vida en común, la contribución a hacer posible y sostener la democracia. Cuando las instituciones educativas no logran garantizare la formación debida, se debilitan seriamente algunos de sus cimientos culturales y morales mas sólidos y se pone en cuestión la cohesión social necesaria. Y es que los efectos negativos de la exclusión educativa no son tan solo individuales y personales aunque por dicho son motivos suficientes de atención y preocupación. Y también comparten secuelas sociales, políticas y democráticas que debiéramos llevar a prevenir o en su caso remediar la privatización de la educación.
Tezanos, 2004, Held y MC Grew,2003

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